Reescritura del Cuento Navideño - La Bella deuda del destino.

BELLA

Bella era una niña curiosa de 10 años, muy despierta y llena de vitalidad, la navidad era su época favorita del año, tenía en sí misma toda la magia de la Navidad en su alma, vivía aún en los tiempos de la infancia en donde se guardan muchas ilusiones… El calendario marcaba el día más largo del año: 24 de diciembre (mientras se esperaba la noche para poder abrir los regalos), así que se fue caminando aquella cálida tarde a la casa de su tía, quién vivía poco más de 20 calles arriba y 3 (4, 5?) estratos más alto que su mami, con la clara intención de ver sí el niño dios le había dejado algo en casa de su tía (ese niño Dios siempre se dejaba algo donde la tía… y ¡desde la tarde previa a la noche de Navidad!).

Con suertes económicas muy dispares, la tía aristócrata de Bella no disimulaba en lo más mínimo su animadversión por el esposo de su hermana y padre de Bella. Era habitual que aprovechara cualquier pequeña oportunidad para demostrarlo, al final de la tarde de aquel 24 de diciembre mandó a empacar una cena completa de navidad (hecha aquella misma tarde por la servidumbre que saldría al atardecer a celebrar con los suyos) para que la sobrina llevara algo suculento a su casa, iba una cena montada para Madre e Hija, con sus viandas favoritas marcadas con las etiquetas: Madre e hija, excluyendo intencionalmente al tercer comensal: su cuñado (el padre de Bella). Incluyó un par de bellos regalos, uno para su hermana y otro para su sobrina, con idénticas etiquetas: Madre e Hija.

Bella en su inocencia llegó feliz a su casa con el gran paquete (en el carro de su tía, con su Chofer al volante), luego de llegar, una inoportuna e inamistosa llamada de su tía a su mami les recordaría la distribución de cenas y regalos del paquete, Así que su Mami, sin ni siquiera abrirlo ordenó a la niña primero devolver los regalos navideños de la tía, pero luego tuvo un impulso diferente, “regala el paquete completo a algún pobre en la calle”, porqué ella no necesitaba ninguna limosna de su hermana.

La niña salió a la calle con el corazón destrozado, con el paquete completo de su tía sin siquiera desenvolver, ahora dicho paquete tendría un destino incierto.

PATRICIA

Patricia era un chica inquieta de 13 años, bachiller aventajada, en medio de una profunda depresión se había escapado horas antes de casa de su madre recién divorciada, quién estaba pagando con una profunda penuria económica el haberse liberado de un esposo celoso, maltratador y manipulador, esa nochebuena no sólo no habrían regalos, tampoco habría comida, la alacena vacía en plena navidad y la amenaza latente sobre todo aquel que se dignara a darles una mano por parte del padre, ese día Patricia y su Madre estaban pasando física hambre… Patricia estaba maquinando un plan en su mente, una venganza, llevaba lista en un bolsillo de su chaqueta una carta de suicidio en la que responsabilizaba a su padre por todas sus desgracias, su hambre y su falta de fe, había decidido darle ese regalo de navidad a su padre (olvidando obviamente en su propósito a su madre, esas cosas pasan por la cabeza de los deprimidos).

Patricia caminaba cabizbaja urdiendo como lograría un mayor impacto ante su padre en el acto de suicidio que iba completamente resuelta a cometer, cuando una niña, un poco menor que ella, sin razón aparente la interrumpió de sus propias elucubraciones, la tomó de la mano y mirándola profunda y decididamente a los ojos, le entregó un paquete grande bellamente empacado…

LA DRA. LÓPEZ

Pasarían más de 30 años desde aquella navidad, La Dra.López quién obtuviera en su momento una beca para estudiar medicina en una prestigiosa universidad de Estados Unidos, casada luego de su grado con honores en ese mismo país y recientemente divorciada, era uno de las más prestigiosas cirujanas cardiovasculares pediátricos qué existía, a mediados de año, cansada del modo de vida americano había decidido regresar al país a retribuir un poco a la vida por lo afortunada que había sido, al menos en el plano económico.
Casada con una hombre muy exitoso (en términos económicos) pero muy duro en lo sentimental, y con quién nunca tuvo hijos y por quién habría dejado de celebrar la navidad hace ya algunos años, pues quién puede perder su tiempo en esas futilezas (insignificancias), recién divorciada y de vuelta en su país, no había visto la necesidad de arreglar su lujoso apartamento con motivos navideños, así que aquella mañana del 24 de diciembre antes de salir a su trabajo en la  Clínica Cardio Infantil su madre madrugaría a dejarle unas viejas cajas con los adornos navideños de su infancia, con la esperanza de que le dejara armar el pesebre  y poner algunas cosas para que no llegara la navidad sin ningún adorno en la casa de su hija.

Su respuesta negativa no sorprendió a su madre, La Dra.López tomó las cajas y las guardó en un pequeño armario que estaba desocupado tal como la mayor parte del resto del apartamento. Su madre no obstante le recordó que la magia de la navidad debería seguir presente en sus vidas, dejó a su madre con la palabra en la boca: “aún recuerdo aquella bella muñeca qué me regalaste…” ella le sonrió, casi con condescendencia y bajó presurosa al parqueadero a tomar su lujoso automóvil para hacer el corto recorrido hasta su trabajo.

El día era perfecto, un típico día soleado de navidad en Bogotá, con un tráfico calmadísimo (al menos a esa temprana hora, ya vendrían los trancones de la tarde noche de aquellos que dejan las compras navideñas para última hora), entonces… No había mostrado ninguna emoción cuando su madre lo dijo, pero la conmovió profundamente, recordó aquella navidad más de 30 años atrás, ¿Pero por qué sentía esa sensación de zozobra en su alma?, recordó entonces una nota de suicidio y como en aquel entonces la había guardado oculta en el portal del pesebre… ¿Y sí su madre la había visto?, le entró la inquietud, era algo muy incómodo y triste, así que esa tarde cuando llegará del trabajo la destruiría definitivamente.

EL CORAZONCITO TRISTE

Los médicos se ven obligados a mantener una distancia necesaria con el drama personal que viven sus pacientes, aún más especialmente cuando tú especialidad son los corazones de los más chiquitos, así que cuando la desesperada madre intentó seguir para hablar con La Dra. López, su asistente muy diligente la frenó en seco y La Dra. López sólo fue levemente incomodada por el llanto ahogado de una madre desesperada.

Minutos después, Anita la señora de los tintos llegaría con el café expresso especialmente preparado para ella, pero en vez de la acostumbrada eterna sonrisa de Anita, la encontró descompuesta en un sollozo silencioso, que suele ser aún más notorio, no pudo evitar preguntar el motivo y Doña Anita le dijo que la situación de la señora que acaba de salir era realmente dramática, su hijo tenía una leve esperanza de vida si se realizaba la cirugía ese mismo día, pero el copago de la cirugía ascendía a varios millones que la afligida mamá no había logrado reunir.
La Dra. López revisó rápidamente el caso, igual las posibilidades del pequeño eran muy escasas, por eso la junta económica no había querido colaborar con alguno de los escasos fondos de caridad disponibles, acostumbraban a reservarlos para chicos con mejores expectativas de vida. De pronto notó algo en los exámenes previos que se había pasado por alto por los residentes de Cardiología encargados de ese tipo de evaluaciones, pero no para su ojo clínico y su experticia, mirando con cuidado, cambiando la perspectiva del procedimiento… existía una pequeña esperanza.
La tristeza de doña Anita resultó contagiosa, porqué en las siguientes dos horas La Dra. Patricia no logró tener paz consigo mismo hasta que llamó a su asistente y le dio una extraña orden que a ella, conociéndola tanto, no dejó de sorprenderla totalmente.

LA CIRUGÍA

Luego de firmados unos papeles y autorizada una fuerte transferencia económica de una de sus cuentas particulares, La Dra. López tomó los papeles que había firmado sin leer y los guardó en el bolsillo de su chaqueta, tomó camino al quirófano y la que sería su tarde libre de navidad se convertiría en una extensa y dura cirugía.

Todos en el quirófano a pesar del enfado de tener que ocupar su tarde de navidad por lo que se antojaba como un capricho de la Dra. López, no dejaron de comentar la increíble destreza de la Doctora y su capacidad de reinventarse creando de la nada un técnica nueva para la afección del niño, estaban entusiasmados por lo que todos pudieron ver era claramente una ocasión histórica.

Los premios que siguieron al hito quirúrgico (en los meses siguientes), hicieron que posteriormente muchos comentaran la increíble visión de la Doctora López y su capacidad para reconocer una oportunidad única poniendo una considerable cantidad de dinero de sus propios recursos para poder realizarla… Pero este no es final de esta historia, está historia tiene un final en la misma madrugada de navidad, cuando cansada de varias horas de extenuante operación, al llegar en la noche a su lujoso apartamento, la Doctora se empeñó, sin razón aparente, en poner los viejos adornos navideños que su madre había dejado esa mañana.

LA NOTA

Cuando La Dra. López abrió la caja de adornos, pudo comprobar que el portal seguía intacto y a juzgar por la forma en que se desbarató la base del portal del pesebre, su mamá no había podido ver la nota de suicidio tan hábilmente guardada por tantos años, la tomó entre sus dedos con ansiedad, empezó a desenrollarla e inmediatamente su mente la devolvió en el tiempo, cuando tenía tan sólo 16 años y ella, sólo era conocida por su nombre: “Patricia” y deambulaba por la calle con una nota de suicidio en el bolsillo.

Luego de su encuentro con aquel extraño Ángel con forma de niña de tan sólo 10 años y tras anotar rápidamente el nombre completo de la niña en el único papel que llevaba consigo había corrido a su casa y sin saber que efecto tendría, le había regalado el paquete a su mamá, tuvo muchísima suerte, resultó contener una bella y fina muñeca que había conmovido a su madre hasta las lágrimas… El regalo de ella, un poco infantil para su gusto (una Barbie con un set completo), no dejó de conmoverle a ella misma el corazón, todo estaba cuidadosamente marcado: Madre, Hija.

La deliciosa cena, igualmente marcada: Madre e Hija, ¡estaba sencillamente deliciosa! Y cuidadosamente arreglada. La suculenta cena había calmado los ánimos, al otro día el buen humor y la inesperada oleada de solidaridad de los vecinos habría empezado a cambiar el rumbo del destino, sin duda había sido una navidad inolvidable.

Aún hoy en día, la muñeca ocupaba un sitio muy especial en casa de su mami. Luego de aquella navidad Patricia, la adolescente de 13 años, había hecho un juramento de corazón: Algún día, aún no sabía cómo, devolvería el favor. Era muy curioso, tal vez una extraña contradicción del destino,tal vez para no olvidar la importancia de lo ocurrido, había escrito el nombre completo de la niña al final de la nota de suicidio (con nombre compuesto y apellidos), Nota que al finalizar la época de fiestas navideñas había ocultado muy bien en la base del portal del pesebre, esperando guardar el nombre para la posteridad y esperar un mejor momento para ver sí podía hacer algo por su Ángel.

Ahora en el presente, mientras abría la nota estaba pensando en contratar un detective en los días siguientes para averiguar dónde estaba ahora aquella niña, en ese momento, volvió a leer el nombre y memorizó el nombre de la chiquilla de aquel entonces, quién hoy en día debería tener poco más de 40 años.

NAVIDAD

Terminó de arreglar algunos de los adornos navideños, llamó a su madre y aceptó su invitación a cenar, le contó que había decidido arreglar un poco el apartamento con los adornos y la invitó a la mañana siguiente a desayunar un “Brunch” navideño y a terminar juntas la decoración, Se puso presurosamente la chaqueta y salió con rumbo al apartamento de su madre. 
Llegó pasadas las 11 de la noche, se reencontró con algunos familiares invitados que no veía hace ya algún tiempo y luego de una velada maravillosa con el resto de la familia, se sintió viva de nuevo, llegó bastante cansada a su casa en la madrugada de navidad, se quitó la chaqueta y como era su costumbre desocupó los bolsillos, se encontró entonces con los papeles firmados de la cirugía de ese día en la tarde, de repente sus ojos se abrieron como lunas llenas, ¡No era posible!, tuvo que ir corriendo a mirar la antigua nota de suicidio, para corroborar que no fuera una jugarreta de su memoria, ¡no salía de su sorpresa!, pero sí, todos los datos coincidieron perfectamente… Bella, la niña de aquella lejana navidad, era ahora la madre del niño a quién ella había operado y salvado, aquella tarde de navidad.


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