Nuevo Amanecer - confesiones de un Ex-alcohólico

Nuevo Amanecer

Für "Mago"

Hay cierto consenso, en cuanto al hecho de que uno de los puntos altos de inspiración para mi Blog ha sido el nombre, no fue simplemente el sentido paradójico o irónico el que me llevó a mezclar un final (ocaso) con un principio (amanecer), si no que mi vida está en ese punto, están terminando una serie de ciclos en medio de un nuevo y bellísimo nuevo amanecer, el pasado fin de semana (de Jueves a Domingo con dedicación exclusiva) hice el taller avanzado de Adastra y por ello mi silencio de estos días (además que quise dejar un espacio para el “desclasificado”, la entrada anterior por razones de estrategia personal), considero esa inversión de los talleres de adastra (en tiempo, compromiso, excelencia y finanzas) la mejor de mi vida.

Agradezco profundamente las duras palabras de mi amiga Olguita, quién me manifestó su desacuerdo en que me gastara un dinero que no tenía en dicho curso, en su presentación tuvo toda la razón y varios de los puntos expuestos los estoy aplicando a conciencia, pero afortunadamente no le hice caso en el hecho puntual de aplazar el taller avanzado y tomé mis riesgos.

Hoy cumpliendo con uno de mis pendientes en este espacio hablaré de algo muy intimo que he contado en algunas contadas ocasiones (suelo llorar en varias partes de este relato cuando lo digo en persona, seguramente lo haré nuevamente escribiendo este texto y muy posiblemente tú, amigo lector, experimentes lo mismo al leerlo a continuación, así que te recomiendo preparar un buen pañuelo, ¡estás avisado!), será un texto largo y cada uno de ustedes juzgará sí valió la pena leerlo, para mi será una catarsis definitiva respecto del tema, un reto contarlo sin tapujos, una amplia mayoría pensará que es una locura, otros pensarán qué se trata de ficción (que así sea, todo esto fue un sueño, una ficción), pero así sea una cuestión de percepción, un sueño o cualquier explicación que deseen darle, está es la forma en que yo lo viví, les mando un abrazo previo a esta historia.

Nota Previa final: el relato se irá poniendo mejor, denle la oportunidad de avanzar un poco, el principio podría quedar un poco soso (y eso qué aún no lo escribo)

“¿Por qué no tomas nada de alcohol?”.

La pregunta ha surgido varias veces a lo largo de mis treinta y diez años, tenía 17 años recién cumplidos cuando ingresé en la universidad, llegó mi primera fiesta legendaria de fin de semestre, entonces mi sentimiento de importancia personal (ha chico ¡sano y fuerte!), me impedía bailar, me sumía en una parálisis total, me sentía ridículo y observado (esa sensación ha seguido evolucionando con los años, pero ya no le paro tantas bolas), varios amigos me dijeron que me tomara unos traguitos y lograría desinhibirme sin problemas, me pasaron el primer aguardiente, un liquido hediondo cuyo sabor me producía la peor de las sensaciones, lo apuré rápidamente, quemó mis mucosas desde la lengua hasta la laringe, esperé unos minutos y nada, me apuré el segundo y ¡que carajos!, pasen el tercero… ¡nada de la alegría!, la sensación de embriaguez no llegó, pocos minutos después empecé a experimentar en primera persona una acidez estomacal única, menos de una hora después estaba como el pensador de Rodin, con una diarrea mórbida que me duraría más de 48 horas, buen laxante sí resulto ser el aguardiente para mí… de desinhibirme ¡nada!.

La experiencia se repitió igualmente con media cerveza, un par de copas de vino y hasta con el champagne de algún año nuevo, el esquema fue repetitivo: muy mal sabor, sin efectos placenteros, acídez – gastritis, diarrea mórbida. siempre, no debe sorprender que basado en mi experiencia personal me haya cerrado a la banda y haya decidido no volver a tomar nunca, “¿ni un poquitico?”, no, les agradezco pero no.
Durante toda mi carrera universitaria estudié artes marciales, según mis amigos estudiaba artes marciales en la Universidad Nacional y en mis tiempos libres iba a la facultad de Ingeniería, el primer día en que comprendí la dimensión de la imagen formada ante mis compañeros ingenieros, varios de los cuales me acompañaron en numerosas ocasiones a diversos campeonatos de Karate Do, fue en otra fiesta de fin de semestre, para ese entonces ya formaba parte del equipo de la universidad y ante mi negativa a tomarme un guarito (aguardiente), se vinieron en patota los 13 hombres que habían en la fiesta en ese momento liderados por el “Chivo”:
“Bueno Álvaro, hemos tomado valor (y media de aguardiente) entre todos y aquí le traemos esta copita, o se la toma … o se la ¡huntamos!, ¡hifueputa!”
Los miré fijamente, parecían una manada de lobos a punto de atacar, tenían una resolución impecable en sus ojos, estaba ante un problema muy serio, no obstante mi aprensión, sentí que no tenía otra opción distinta y les respondí:
“Bueno, ¿así es la cosa?… entonces ¿Quién es el primero?”
Su resolución pasó a incredulidad y desconcierto y casi en coro respondieron:
“¡No hermano!, es qué le tenemos miedo”, siguió una andanada de chistes y chanzas entre ellos, pero al final ninguno se atrevió.
Fue curioso, porqué apenas unos días después me llamaron del servicio médico de la Universidad Nacional, un examen de sangre que hacía parte de un estudio hecho a los deportistas de la Nacional había quedado mal tomado, o eso pensaron y me solicitaban acercarme al otro día para una nueva muestra de sangre, luego de preguntar la causa, las encargadas de laboratorio estaban sorprendidas, pues aún en la segunda muestra, se confirmó el resultado inicial de uno de los ítems examinados: el nivel de Alcohol deshidrogenasa (la enzima, o enzimas encargadas de desdoblar el alcohol) y en mi caso muy particular, su presencia era cero absoluto (o debería decir “ausencia”).
Llamaron a un médico interno, una eminencia quién dirigía el estudio, lo pusieron en altavoz y el “doctor” les dijo:
“Mírenlo muy bien, porqué lo más probable es qué nunca más vuelvan a obtener ese resultado, la probabilidad de que un hombre de raza blanca tenga esta condición es de 3 en 100.000”, nos explicó a las laboratoristas y a mí la condición que “me afectaba”, nos hizo la analogía con las personas que tenían problemas digestivos con la lactosa, cómo la mayoría de la gente sabe, algunas personas no pueden tomar leche por problemas con la lactosa, hoy en día existe la opción cada vez más común de comprar leche deslactosada para estas personas. La razón es simple, su hígado no produce la enzima correspondiente que desdobla la lactosa, en forma análoga, mi hígado, no produce las enzimas que desdoblan el alcohol etílico, para mí ambos alcoholes, el etílico y el metílico son un veneno, le llamó la atención que mi cuerpo de forma natural lo repeliera y comentó que por ejemplo media caneca de aguardiente (un cuarto de litro), sería un dosis letal para mí, sí no me llevaban en las siguientes 6 horas a una unidad especializada en toxicología.

Desde ese día para mi parte racional fue clara la opción, nunca más intenté siquiera tomarme nada que contenga alcohol, no obstante meses después en la semana santa de 1993, cuando me quedé en Bogotá (algo sumamente excepcional, creo qué fue la única mientras estuve estudiando en la universidad), después de intentar meditar por un par de horas el jueves santo (sin éxito, jamás logré parar el pensamiento, objetivo supremo de los que hacen meditación), al finalizar las 2 horas de reflexión, en el momento de levantarme tuve un pensamiento: “Yo porqué no tomo”, lo pensé mientras tenía la vista puesta en un reloj digital sobre la mesa de noche, eran las “3:17 pm” y en ese momento sentí como si me “jalaran” del pescuezo por detrás, un instante después estaba en una cantina tomando licor como un cosaco, completamente borracho (toda una nueva sensación para mí), hablaba francés (o lo balbuceaba en mitad de una “perra” monumental) y el cantinero me hablaba igualmente en francés (y yo le entendía sin sorprenderme para nada), yo sólo atinaba a pedir otro trago, me sentía fatal, algo me tenía el alma sumamente apesadumbrada, como mi cuerpo respondía positivamente, ahogaba las penas en licor.

Pasaron unas 3 horas, las viví todas y cada una de ellas en lo que luego supe era una regresión auto convocada por mi pregunta abierta, tomaba y cada vez estaba más borracho, afuera estaba oscuro, el sitio se fue desocupando, el cantinero llegó con un trapo y empezó a limpiar la barra luego se acercó a mi mesa (era un localito con barra y unas 4 mesas pequeñas), me dijo en francés, “hora de irnos y qué me pagues la cuenta”, estaba recostado sobre la mesa con la cara perdida entre mis brazos, levanté la mirada entre mi manga y empecé a reírme a bajo volumen, musité algo por el estilo de: “la cuenta, eso va a ser divertido porqué yo no tengo un centavo”, el tipo me zarandeo y empezó a esculcar entre mi ropa y mis pertenencias, buscando algo de dinero, le decía la verdad, estaba completamente arruinado, llamó a un ayudante y entre los dos me sacaron a empellones a un callejón por una puerta trasera del negocio, hacía mucho frío pero mi cuerpo estaba caliente por el licor, en ese momento el cantinero apuntó su puño hacia mi rostro quise bloquearlo pero una voz en off dijo: “En ese entonces no sabías artes marciales”, y recibí pleno el puñetazo en toda la nariz, igual estaba tan borracho que no sentí mayor cosa, empecé a “ver” como me pegaban, después de unos segundos todo quedó oscuro.

Desperté muy posiblemente unas horas después, un intento de amanecer muy tenue se vislumbraba por encima del callejón, tenía el rostro sobre la nieve (supongo que eso ayudó, pues evitó una inflamación mayor,  sólo 2 años después conocería la nieve… en esta vida, por cierto la sensación fue idéntica), tenía una resaca mundial, dolor en el rostro y en todo el cuerpo, casi no puedo incorporarme y de alguna manera logré desplazarme unas 6 o 7 calles hasta el lugar que sabía era mi casa, demoré unas 2 horas en hacer dicho trayecto, en un intento más penoso que lucido, caía todo el tiempo al suelo y aunque no podía verme el rostro estaba bastante mal trecho y ¡Oh sorpresa!, al tocarme la cara, estaba completamente barbado.

Empecé a tocar insistentemente la puerta, no querían abrirme, la escena fue ganando en intensidad y pasaron varios minutos que parecieron semanas, empecé a golpear la puerta con violencia, tenía ganas de tumbarla, pero mi falta de coordinación sólo producía ruido, escándalo y lastima, fui la comidilla de varios vecinos, cuando por fin se abrió la puerta, mi esposa abrió y se apartó de la puerta, entré como pude y me senté en el suelo apoyado contra la pared, me estaba doliendo hasta el pelo, entonces mi esposa empezó a recriminarme mi irresponsabilidad, como me había gastado todo el dinero en trago, intenté esbozar una explicación que sentí genuina, pero mi dicción era completamente enredada, de pronto una mujer que llevaba varios años aguantando en forma sumisa a un marido borracho, se llenó de coraje, explotó y empezó una larga cantaleta, mientras yo sentía que me iba a explotar la cabeza, quería silencio, empecé a suplicarlo, luego a exigirlo, por último una ira intensa empezó a inundar todo mi ser, se apoderó de mí y de repente me incorporé con fuerza, la tomé violentamente del pelo y empecé a golpearla sin clemencia, mientras le gritaba que se callara, mi yo actual aterrado, observaba impotente la escena en primera persona, a mi arremetida física, ella por respuesta gritaba con más fuerza, ahora eran gritos de ayuda y de dolor, pero yo, ya no paraba de pegarle, en un extraño frenesí que desconocía totalmente, de pronto detrás de una cortina que lograba separar los únicos 2 ambientes de esa pequeña habitación qué era mi casa, salió un pequeño angelito, una niña de unos 5 ó 6 años de edad, con sus ojitos claros llenos de lagrimas y unos bucles rubios preciosos en su pelo, corrió decidida hacia mi agitando sus bracitos mientras me gritaba: “¡No le pegue a mi mamita!, ¡No le pegue a mi mamita!”,la aparté de un manotazo y cumplí inmediatamente su deseo, solté a su madre que quedó en posición fetal llorando en el suelo, me recosté al otro lado de la pequeña habitación e intenté aquietar mi cabeza, el dolor me estaba matando y el silencio levemente interrumpido por los jadeos de llanto contenido de mi esposa era paradójicamente, una extraña bendición.

Pasaron unos minutos que parecieron otra eternidad, mi esposa finalmente debió incorporarse y fue a ver a nuestra hija, de repente un grito desgarrador volvió a llenar la habitación, y luego de ello se renovó la cantaleta, pero ahora me decía: “La mataste desgraciado, la mataste malparido”. Un halo frio recorrió mi columna y la resaca se fue en un instante de mi cuerpo, me incorporé de un salto y corrí a ver a mi hija, aparté violentamente a su madre, caí en cuenta inmediatamente con sólo un primer vistazo qué tenía el cuello roto, seguramente fue cuando la lancé contra la pared, en un instante rebobiné los hechos y comprendí mis acciones, pasó a un segundo plano todo el dolor físico que sentía, mi alma se llenó de una sensación de dolor indescriptible, abracé fuertemente a la niña y empecé a llorar en forma incontenible, desgarrado por dentro, a grito herido, aparté a la niña un instante, sujeté su rostro firmemente en frente del mío y le juré solemnemente, que nunca más, nunca más volvería a tomarme ni una gota de alcohol, en ese momento “regresé”, volví a ser Alvaro Gil, nuevamente en jueves santo de 1993, el reloj seguía marcando las 3:17 pm, mis ojos estaban secos, pero un instante después se inundaron de lagrimas y empecé a llorar como en aquel entonces de forma inconsolable, afortunadamente estaba sólo en el apartamento, lloré varias horas hasta que mis ojos inflamados y el cansancio fueron finalmente vencidos por el sueño, me quedé dormido como a las nueve de la noche, al otro día me levanté tipo siete de la mañana con dolor de cabeza y los ojos completamente inflamados, mi racionalidad acudió en mi ayuda, pensé que todo eso debió ser simplemente un sueño.

Al parecer han pasado más de 230 años (luego supe el año, como ya les contaré) desde entonces y según mis cuentas en este tiempo he cumplido con mi palabra de no volver a tomar ni una gota de alcohol, mi alma tuvo una dura lección pero esta le quedó clara.

En septiembre de 1996 (3 años y medio después, cuando tenía 25 años), el jueves 12 de septiembre, invité a una prima mía y a su prima a comer pizza, llegaron con una amiga y otro amigo de ellas aprendiz de director de cine, quién nos comentó que estaba haciendo un documental sobre el Zipa, nos explicó que en la actualidad había un heredero vigente del Zipa precolombino y que según la tradición Muisca el era el portador de una serie de secretos y conocimientos mágicos, el Zipa de ese entonces (no sé sí hoy 14 años  y medio después siga siendo el mismo) le explicó al aprendiz de director, que las piedras de Suesca, tenían un propósito mágico y le contó como podían activarse, de hecho también lo ilustro sobre el hecho que sólo se activaban a media noche de la última luna nueva previa al equinoccio (como la que tiene la iglesia católica para determinar la fecha de semana santa, sólo que se trata de una luna llena después del equinoccio del 21 de marzo). Según las cuentas del aprendiz de director, esa noche de luna nueva de septiembre era el momento propicio en que las dichosas rocas se activarían, el tenía carro, eran las diez de la noche y nos convenció a todos que tomáramos carretera para ir a probar las dichosas rocas mágicas, en ese momento no teníamos ni idea que seguir aquella loca corazonada, sería una de las experiencias más trascendentales de nuestras vidas.

Poco antes de llegar, nos indicó que la zona “mágica” iniciaba una vez pasáramos al lado de un gran árbol, no sabemos sí fue sugestión, pero los 5 integrantes del carro, sentimos una fuerte sensación atravesar nuestra médula al pasar al lado del dichoso árbol (lo supimos al recapitular verbalmente los hechos entre nosotros), luego de ello el aprendiz de director nos invitó a bajarnos del carro en camiseta, eran las once pasadas en medio de una noche nublada en mitad de la sabana, pero efectivamente ninguno de nosotros sintió frío.

La primera reacción de nuestro aprendiz de director fue de desilusión, se requería poder ver las estrellas, pensé en ese instante que las nubes siempre fueron mis amigas, hice uno de mis habituales pases de mano y mucho más rápido que de costumbre, se despejó casi en forma instantánea para alegría de todos, ahora teníamos una noche perfectamente estrellada

Llegamos a la primera roca, la roca del viento, recuerdo haber hecho mofa respecto del hecho, pues todos los árboles estaban absolutamente quietos, sí esa era la roca del viento y esa la noche en qué se activaba, debía estar descompuesta. El aprendiz de director se sonrió y se sentó en la roca en una posición especifica, en ese momento todos los árboles alrededor de la roca empezaron a agitarse notablemente, estaba haciendo un viento ostensible, apenas él se levantó de la roca, fue como si todos los árboles gritaran: “¡Estatua!”, luego de ello nos invitó a todos a sentarnos, y la experiencia volvió a repetirse con cada uno de nosotros, cuando me senté en la roca de último, cerré los ojos como parte de las indicaciones, en ese momento me fundí con el viento, fui parte del aire que navegaba entre las copas de los árboles, es un efecto que cualquiera que haya visto “Avatar” en 3D conoce en forma aproximada, navegando a gran velocidad entre las copas de los árboles, quedé muy sorprendido con ello.

Obviamente a partir de allí nuestra curiosidad y respeto fueron creciendo, la segunda roca era la del “sol”, se sentó en la dichosa roca y se levantó un minuto después, me quedé esperando que el astro rey hiciera su aparición a media noche (y no pude evitar tirar el hueso de chiste correspondiente), pero tuve que tragarme nuevamente mis palabras cuando me llegó el turno, al sentarme en dicha roca, fui un “sol” por unos segundos, sentí una sensación parecida a cuando uno se acuesta a tomar el sol, sólo que al revés, los rayos de sol “salían” hacía afuera desde mi cuerpo a través de mi piel y no “entraban” como cuando uno se hace en una cama asoleadora, luego de levantarme, sentí que toda mi piel estaba ostensiblemente caliente.

Nos advirtió entonces que la tercera roca era la más importante de las cuatro, para ese entonces el ya tenía todo nuestro interés y nuestro más profundo respeto, las dichosas rocas eran objeto de nuestra más sana curiosidad, así que él se sentó en la piedra del destino, duró un par de segundos y se levantó atacado llorando, luego pasaron con idénticos resultados la prima de mi prima, mi prima, su amiga y por fin llegó mi turno, cada uno duró un par de segundos en la bendita roca, pero para cada uno de nosotros pasaron varias horas desde que cerramos los ojos hasta que los volvimos a abrir, nunca supe que vivió cada uno de nuestros compañeros, todos quedamos tan impactados que guardábamos silencio, pero en mi caso personal, obtuve el resto de una historia que no conocía, que estaba evidentemente inconclusa.

Al cerrar mis ojos, me encontré en una fría mañana de 1778, vivía en Normandía,  supe al instante que faltaban algunas horas para el “incidente”, me levanté de la cama con especial animo, casi no teníamos comida pero ese día terminaríamos una obra y sería día de pago, trabajaba como obrero especializado de ciertas obras civiles que requerían cierto grado de experticia y aunque llevábamos algunos días de física hambre, el animo estaba alto, había logrado establecer un pequeño hogar con mi esposa y una pequeña hija que tenían unas almas extremadamente dulces, una bendición. Antes de salir, la niña me sonrió, jaló de mi barbas y salí sonriendo, la calle estaba llena de nieve sucia citadina, estaba haciendo mucho frío, pero el día pintaba esplendoroso.

La noche previa había nevado, pero la mañana era soleada, salí en dirección de la obra (una pequeña edificación a una media hora de camino de mi casa), al llegar donde mi patrón por la paga, el hombre fue bastante humillante y displicente, acaba de llegar un familiar suyo que sabía hacer mi misma labor y decidió seguir trabajando con él, adicionalmente había decidido no pagarme el trabajo realizado hasta entonces como habíamos acordado y ante mis airadas quejas, sabiéndose protegido por un par de grandes guardaespaldas, me espetó a que agradeciera el no terminar en la cárcel por haberlo insultado, guardaespaldas que luego de un conato de pelea me terminaron echando del lugar a empujones.

Salí sumamente frustrado pensando en como daría la cara a mi mujer que esperaba verme llegar con un mercado para volver a comer después de varios días extremadamente duros, en que habíamos aguantado física hambre.

Intenté varias maniobras en las horas siguientes, busqué algunos amigos que no aparecieron, mi desesperanza y desespero iban en aumento a medida que todos mis intentos eran frustrados en forma reiterada por las circunstancias vividas en ese frío día, cayó rápidamente la noche, entonces en medio de mi frustración fui a un bar relativamente cercano a mi casa, el dueño era un señor que conocía mis problemas de alcoholismo y llevaba varios meses intentándome convencer para volver a su redil de ovejas descarriadas, sabía que ese era mi día de pago, no me extrañó verle su amplia sonrisa al verme llegar y la especial diligencia con qué fui atendido, empecé a emborracharme y no fui plenamente conciente de cómo sacaron a empellones a mi esposa cuando fue a rescatarme alertada por algunos vecinos que me vieron en el bar, el resto de la historia ya lo conocen, cuando llegué a casa y ella empieza a gritarme no sabía como explicarle que no me había gastado un centavo de mi paga en el bar, ella creía no tanto que hubiera gastado todo mi dinero en el bar, si no que al salir había sido atracado por dar papaya y ser una víctima fácil de los amigos de lo ajeno, el regreso al alcoholismo (promesa incumplida por ella y por mi hija) y el perder toda la paga, continuando en la difícil situación de hambre y estrés eran mis pecados realmente imperdonables, a su vez, para mí, Alvaro Gil sentado en una roca de Suesca, una noche 218 años después, volver a vivir toda esta experiencia, sirvió para contextualizar mejor lo ocurrido, reconocí a mi esposa (mi novia de entonces, quién tenía unos arranques de miedo hacia mí, que yo juzgaba irracionales)… cuando a la mañana siguiente me quedo con la niña en mis brazos y repito mi juramento de nunca más volver a tomar licor, regreso a la tercera roca Muisca, igual que la vez anterior, con los ojos inundados de lagrimas.

Aunque para mi habían pasado más de 24 horas, entendí rápidamente qué para los demás llevaba unos pocos segundos sentado en la roca, faltaba la cuarta y última roca Muisca, la piedra del cosmos o del universo, allí pude cerrar emocionalmente en forma definitiva este tema, entramos con los ojos cerrados guiados por nuestro gentil aprendiz de director y de chamán a una especie de cueva que se formaba por unos árboles contra unas paredes de rocas, con lo cual era algo muy parecido a estar en un cuarto (con 2 paredes de roca y otras 2 de tupida vegetación de al menos unos 6 ó 7 árboles), al abrir los ojos todo alrededor pareció iluminarse, algo parecido a miles de luciérnagas coordinadas de forma increíble (nunca he sabido que lograba ese peculiar brillo en la vegetación del lugar), daban una sensación de estar volando en medio de las estrellas, el éxtasis y la paz del momento, lograron contextualizar en cada uno de nosotros lo vivido en la roca del destino.

Nos devolvimos a casa en medio de un silencio reflexivo, aunque nos acostamos finalmente a las 4 de la mañana, ninguno tuvo inconvenientes para levantarse y trabajar el viernes en la mañana, de forma extraña nuestro cuerpo no necesito sueño esa noche, estábamos revitalizados por la extraña energía del lugar, de hecho ese viernes 13 de septiembre ni siquiera hice la siesta acostumbrada de las tardes que tenía libres en la EAN, en la noche dicté mi cátedra con más energía que de costumbre, al llegar solo ,aquella noche a descansar, tardé un par de horas en quedarme dormido, esa noche soñé nítidamente con la preciosa niña de ojos verdes y bucles en su pelo, me abrazaba, me arrullaba, me daba un beso en mi peluda mejilla y con una amplia sonrisa, me decía con un estilo muy cariñoso, que lo nuestro ya había pasado, qué había sido un honor para ella haberme dejado aquella valiosa lección y qué de parte de ella, estaba todo amorosamente perdonado.

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