El día en qué estuve en una definición de Penalties.
Cuando me preguntan cómo juego
fútbol, suelo decir que pateo duro con ambas piernas, soy buen cabeceador, pero
no soy especialmente habilidoso, en suma tengo madera para jugar, soy cipote
tronco pero suelo meter goles, porque no se me da mal la definición.
Tuve un record personal hasta los
25 años, jamás fallé un penalti en un partido de fútbol, pateaba muy duro y cerca de la base del palo, siempre
con la misma simple técnica, soy diestro y apuntaba al poste de la mano
izquierda del portero, sí mientras iba en carrera lo veía jugarse a ese lado la
cruzaba (el tiro más fácil, pero también en el que en principio debería ir el
portero) y así a lo largo de tal vez más de 100 penaltis… nunca fallé.
Mi primer fallo se produjo un día
recién bajado de un avión (no sabía que
por la descomprensión, jugar menos de dos horas después de bajarme del avión en
la altura de Bogotá podía causarme problemas), tuve en ese preciso instante una
distensión muscular y me salió un tiro suave, que el experimentado arquero,
luego de amagar irse para el otro costado, logró contener.
8 años después (hace ya 15 años,
como pasa el tiempo!), cuando aún me consideraba a mí mismo un buen cobrador de
penaltis, en una semana cultural del Colegio Abraham Lincoln jugué con el
equipo de profesores, eran partidos de dos tiempos de 25 minutos y al empatar
la semifinal (habíamos ganado previamente un triangular), nos fuimos a
definición desde el punto penal, obviamente dije lleno de seguridad que yo
patearía.
Me dejaron de cuarto (ni siquiera
de quinto) y empezamos cobrando, para cuando llegué a patear, íbamos ganando 3 –
1 después de tres cobros por cada equipo, imposible más fácil, sí lo metía era
el héroe que aseguraba la clasificación a la final, sí lo botaba, aún quedaban
dos cobros del otro equipo (debían acertar ambos y nosotros fallar los dos que
nos quedaban para que nos empataran).
Ya desde qué, por reglamento, nos
debimos parar en la mitad de la cancha, los nervios empezaron a revolverme el estómago,
todas mis compañeras de oficina (era un matriarcado en el que prácticamente el
único hombre era yo), se hicieron detrás de la portería para ver la definición
de penales, habían 153 personas viendo la definición de ese lado de la cancha
(en mis nervios las conté, mientras me devoraba la ansiedad antes de mi cobro),
cuando el árbitro dio la orden de qué el cuarto cobrador se acercara, sentí que
tenía las piernas de gelatina, me dio ataque de pánico de ser el primero de mí
equipo al que le atajaran o botara el penalti, tuve que respirar profundo simplemente
para poder caminar, esos 40 metros fueron un martirio.
Al llegar, me dieron el balón,
sentí que todo el mundo podía ver mis piernas temblando, era algo incontenible,
como cuando está haciendo muchísimo frío y uno no puede dejar de castañar los
dientes, decidí asegurarla, cruzar la pelota y darle con toda la potencia, con
una enérgica carrera hacia el balón.
Mi enérgica carrera, se convirtió
en un trote en cámara lenta (el miedo no me dejó ir más rápido como era mi
intención) y justo antes de darle al balón, parecí detenerme en una especie de
paradiña perfecta (la técnica en la que el cobrador parece detenerse y con gran
maestría espera un instante, en el que no debe detenerse del todo, a que el
portero escoja un palo para tirarle el balón en la otra dirección), estaba tan
concentrado mirando el palo derecho del arquero, que este creyó que yo lo iba a
engañar tirando mi disparo al palo izquierdo y hacia allá se lanzó, mi violento
disparo, fue un tirito miserable que entró en cámara lenta por el otro palo.
Gritos de júbilo y emoción, “Sos un crack!!!” me
gritaban, todos corrieron a abrazarme, mis compañeras de trabajo, comentaron la
maestría con la que había cobrado y la verdad, sólo horas después y a mis más
cercanos colaboradores les confesé la cruda verdad, de cuantos errores juntos habían sumado un inesperado acierto al tiempo que juré para mí
mismo nunca más volver a juzgar a los futbolistas que tienen el valor y la
capacidad para enfrentar una definición con tiros desde los once pasos.
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