Golpes del Destino II Parte


Nota Previa: La vida es paradójica, cuando inicié este escrito hace casi 3 semanas, estaba varado en la línea camino a un viaje muy extraño a Cali, que duró menos de 24 horas en la ciudad, había comprado el tiquete aéreo de regreso con varios días de antelación y no lo compré para el puente festivo porqué supuestamente debía estar en Bogotá, aunque la persona qué me impidió viajar no estuvo en la ciudad, tuve un fin de semana tan lleno de eventos maravillosos que no puedo quejarme con la vida.
 
Justamente en estos días en que la vida ha sido tan intensa, tan llena de matices, tan llena de acción, he pasado a ser el “malo del paseo” con mi “Ex”, ella quiere regresar y yo definitivamente estoy cada vez más lejos de dicha posición por eventos que vienen sucediendo y no vale la pena comentar por este medio, sólo diré que espero se pueda desprender de mí y continuar con su vida, en estos días de alguna manera y pese a mis esfuerzos por suavizar al máximo la situación soy el causante de los “golpes” que está sufriendo mi “Ex” (o al menos así lo ve ella, obviamente en lo personal no lo comparto).
 
Decía la semana que hablaría del mismo tema, la violencia contra las mujeres pero ya no en primera persona, al menos no seré yo quien golpee, un tema que siempre me ha parecido muy delicado y todos hemos tenido que vivir alguna vez: Un “hombre” (se podrían usar otros adjetivos más apropiados pero igualmente impublicables) pegando a una mujer en un espacio público, ¿Qué se hace en ese caso?, luego de tener un noviazgo de más de 2 años en qué mi novia de entonces vivía en un hogar reconstruido a partir de la huida de la madre de los golpes propinados en forma continua por su “ex”, contaban con frecuencia anécdotas de cómo la había golpeado en la iglesia, en un restaurante, en un parque y pese a sus gritos de auxilio, nadie se había pronunciado, se hablaba entonces de la cobardía de la gente ante los hechos, y todas esas conversaciones habían venido despertando mi solidaridad al respecto, ya un par de veces en esos 2 años me encargué de neutralizar a dicho señor (que para entonces no sabía en donde estaba viviendo su ex-esposa), por ejemplo a la salida del juzgado luego de una cita por demanda de alimentos, me quedaba con él para cerciorarme que no la siguiera, ello me embarcaba en horas de conversación, en las qué el me mostraba su punto de vista y me instruía en la necesidad de darle disciplina a las mujeres (cierta senadora conservadora encontraría puntos en común con él, según los 2 las mujeres se ganan los golpes, que se merecen), los árabes tienen un dicho muy odioso para explicarlo: “al llegar a tú casa pégale a tú mujer, tú no sabrás por qué lo haces… pero ella sí”.
 
En fin, todo ello me sensibilizó y aunado a mi sentimiento de imbencibilidad (o invencibilidad je je ) que me daba mi práctica regular de Karate Do, produjo el primero de los encuentros:
 
Round 1: Iba caminando por la calle un domingo a eso de las 5 pm, un “señor” pasadito de kilos y de unos cuarenta y tantos se encontraba haciendo su práctica vespertina de boxeo (supongo que para poder estilizar su figura), en calidad de saco de arena una señora de una edad similar, soportaba los golpes con estupor y una dignidad admirables, ante ello, sin pensarlo dos veces, me metí en el medio y le propiné un fuerte empujón al señor, muy pocos segundos después sentí un fuerte “carterazo” en la nuca, acompañado de gritos por el estilo de: “No sé meta con mi marido HP”, “Sapo, Lambón, ¿quién lo llamó?...” y un largo e impublicable etc. La parejita terminó abrazada viendo en la misma dirección al enemigo común, ese ser deleznable que había metido un empujón al “Gordis”, aunque en ese momento me provocó unirme al señor y darle por un lado mientras él le daba por el otro, con el tiempo he valorado que al menos paró la violencia física ejercida sobre la mujer, y que debido a las circunstancias y el enemigo común (Yo), esa pareja terminó su disputa abrazadita y en buenos términos, me quedó de ello una primera lección, no me metería al menos que la mujer solicite ayuda.
 
Round 2: Misma escena, el señor un poco más joven y atlético, lo cual hacía el reto más difícil, inicié con un grito profundo de Karate-Do, lo cual paró en seco el acto de violencia que ya contaba con un grupo más o menos numeroso de público, algunos de cuyos integrantes protestaron ante la interrupción del espectáculo (tal es la naturaleza nuestra), otros quedaron expectantes, ya que el asunto se podría poner mejor con la irrupción del nuevo actor en el conflicto, pero todos quedaron decepcionados, miré a la mujer, le solicité una señal para detener al tipo, le expresé con palabras muy concisas cuáles eran sus opciones, la acompañaría hasta un CAI sí era necesario, le rompería unas dos articulaciones al señor en cuestión sí era necesario, le garanticé que estaría a salvo, me miró como midiendo mi masa muscular y no se convenció del todo, su compañero era al menos 5 centímetros más alto que yo y lucía mucho más violento, el tipo la agarró del brazo con firmeza (aunque ya sin tanta violencia), se calmó un poco y le dijo a ella que fueran a un sitio más privado a hablar sin tanto sapo, ella accedió pese a mis protestas verbales al respecto, otra vez al menos la adrenalina de los golpes frenó en esos momentos y la pareja partió caminando con un andar normal, al cabo de unos pocos metros noté que habían retomado el dialogo, al menos los golpes habían parado… de momento.
 
Round 3, fue en el horario familiar de las 2 am, salía de una fiesta (algo muy poco habitual en mí), iba saliendo del barrio Villas de Granada por la calle 80, cuando en medio de su laberíntico diseño de calles y tras doblar una esquina en un pequeño parque, un señor con evidentes signos de alicoramiento, estaba pateando a una señora que yacía en el suelo en posición fetal cubriéndose la cabeza con los brazos, le dije al taxista que se detuviera, ante su negativa, que duró medio segundo, le metí un grito que le dejó clara la orden, se detuvo en seco y me bajé como una exhalación del taxi, y otro grito detuvo en seco al señor, se quedó mirándome con cara de incredulidad, ¿de dónde había salido ese man?, le dije que no se patea a nadie que esté en el suelo y qué si intentaba algo más le rompería las dos rodillas y un codo como cuota inicial a la golpiza que pensaba propinarle, me estaba hirviendo la sangre de la piedra, algo debió quedar diáfano en mi mensaje porque se quedó completamente quieto, ni siquiera reviró en un primer instante. Luego de ello hice catarsis, le dije a grito herido y mientras varias personas empezaban a asomarse por las ventanas de sus casas ante el escándalo, que él era un cobarde, que sí quería pegarle a un hombre de verdad, que lo intentara conmigo, que tenía la certeza personal que los tipos como él llevaban un maricón por dentro ansioso de que le dieran por el culo y por ello detestaban a las mujeres y las hacían víctimas de su maltrato, y que sí eso era lo qué él quería, lo llevaba al centro con una gentuza que podría arreglar el tema. Para ese momento la mujer ya se había reincorporado, tenía traumas en brazos y cara (y seguramente en la espalda), tomó a su hombre lo abrazo amorosamente, le dijo: “Amor, cálmate, este tipo parece peligroso, ven y vámonos para la casa…”, le seguí gritando que él no se merecía ese cariño y que agradeciera la intervención de su compañera, porqué ese día en particular tenía la firme intención de cumplir con mis amenazas, me subí al taxi bufando y aún congestionado, el taxista me manifestó su admiración y al mismo tiempo censuró mi estupidez, “y si el tipo estaba armado usted que hacía”, le dije qué sí el tipo estaba armado, en mi estado de euforia de ese momento, le habría metido esa pistola culo arriba hasta sacársela por la boca… me respondió con su silencio, luego de ello, el taxi arrancó, justo en el momento en que una patrulla de la policía hacía acto de presencia abordando al tipo ante el señalamiento de los numerosos vecinos que para ese momento ya estaban en las puertas de sus casas. Al llegar a mi casa me tomé una larga ducha con agua caliente, lloré un poco, desconocí al tipo que intervino esa noche, pero no obstante una vez más valoré que el acto de violencia física se hubiera interrumpido nuevamente, aún hoy en día no sé como reaccionaré la próxima vez que tenga que volver a ver esa escena de un tipo pegándole a una mujer en espacio público, pero de una cosa estoy seguro, no me quedaré callado haciendo corrillo para no perderme los detalles de ver cómo se desarrolla la golpiza mientras me quejo con mi vecino acerca de la indiferencia y la falta de solidaridad de la gente.

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